En medio del ruido, cada vez se escucha menos el nombre de las víctimas, se pierden en el zumbido que nos dejan en los oídos los discursos y la cacofonía de los verdugos que gritándose unos a los otros sus propios nombres tapan el nombre de las víctimas, pretendiendo perderlas en el tiempo y en el humo, raptándolas por enésima vez, asesinándolas de nuevo. Y cuando todos seamos desaparecidos, ¿quién pronunciará nuestros nombres? ¿Acaso una máquina recuerde nuestros rostros, nuestros nombres? Y cuando todos seamos desaparecidos, ¿quién pronunciará nuestros nombres?