Montag, 21. Juli 2008

La segunda independencia de Colombia

Escrito por Luis Eduardo Saavedra
22-07-2008 a las 19:17:50

Después de las marchas del 20 de julio amanecí odiando el himno nacional y la manita pérfida sobre el corazón siniestro. No tolero la palabra patria. No soporto "la pasión por Colombia" ni el coctel de sables, sotanas, chequeras abultadas, cocaína y asesores gringos en que se ha trasformado este país, hoy reino del narcotráfico, el narcoturismo, la prostitución infantil y el oscurantismo.

Me siento ajeno a esa masa que marcha por los sectores exclusivos de Bogotá y se congrega blanca, pulcra y ordenada en la 72 con Séptima, el corazón financiero de Colombia. Me siento como mosco en leche en la plaza de Bolívar, corazón político de Colombia, ex santuario de Gaitán, ante una multitud fanatizada y enajenada por los medios que exuda uribismo por todos los poros.

No me aguanto más a Ingrid parloteando sin cesar en francés y en inglés, clamando en coro con Juanes y Miguel Bosé (el nuevo colombiano) que la guerrilla estreche la mano generosa del presidente Uribe, ni dejando en el aire la duda infame de que salvó a Emmanuel de las garras asesinas de su madre.

He llegado a odiar el teatro, las técnicas actorales, por el histrionismo mafioso que llegó a perfeccionar a límites extremos don Vito Corleone y su familia: llorar desconsoladamente en el entierro de sus víctimas, mentir y mentir sin el mínimo rubor, sin un ligero temblor en las manos, mentir descaradamente en los niveles del virtuosismo actoral.

Como Uribe que desfachatadamente declaró que uno de sus hombres de acero se deshizo en un manojo de nervios, como una tierna adolescente, cuando vio a los guerrilleros que custodiaban a Ingrid y no tuvo otro recurso que amarrarse un trapo con el logo de la Cruz roja para protegerse. (Y lo peor: que la Cruz Roja sumisamente aceptara la disculpa). Tropa contrainsurgente haciendo el papel de periodistas de Telesur. Hasta 'Cesar' actuó: sonreía y se mostraba remiso a dar declaraciones para "Telesur". Toda una puesta en escena 'parfait', según Ingrid, que costó 20 millones de dólares.

Desde la era uribista en Colombia todo el mundo reza y se encomienda al Señor o al padre Marianito que junto a Pablo Escobar hacen milagros. Es irrepetible y surrealista la imagen de Uribe Y Juan Manuel Santos en Palacio, rezando arrodillados con sendos rosario de camándulas, luego de la masacre en el campamento de 'Reyes'.

Rezan arrodillados los generales y los ministros, hasta el presidente de la Corte Suprema de Justicia cayó arrodillado luego de que Uribe lo visitó para limar asperezas. Una de ellas: lograr la prestidigitació n jurídica de que Yidis (la de la 'Yidispolítica' ) fuese juzgada y condenada a prisión sin que sus pares, en el cohecho que permitió la reelección, fuesen tocados por el pétalo de una rosa.

Dijo el escritor Abad Faciolince que en este país se estaba reencarnando el franquismo. Lo cuales es cierto. Una señal inequívoca: el poder del Opus Dei, enclavado en el gobierno. El poder de las charreteras, de las paracharreteras, la beatería delirante. Involucionamos hacia la Colombia de los años cincuenta, la de los godos y Cristo Rey, la de la violencia generalizada. Avanzamos hacia "Esa España inferior que ora y bosteza/vieja y tahúr, zaragatera y triste", de que hablaba Antonio Machado.

El 20 de Julio pasado, millones de colombianos, aturdidos por el estrépito mediático, colmaron todos los espacios, todas las calles y las plazas que en otra época fueron el escenario natural de la izquierda.

Proclamaron su segunda independencia, no del imperio que engorda a una élite servil mientras saquea el país, sino de las Farc(¡).

Exigieron la libertad de mil secuestrados (según datos oficiales que incluyen los retenidos por la delincuencia común) a tiempo que el totalitarismo mediático silenció e invisibilizó a cuatro millones de desplazados y a las miles de víctimas del narcoparamilitarism o, desaparecidas, torturadas, masacradas, descuartizadas y hasta vampirizadas y canibalizadas cuyos familiares fueron burlados en su aspiración de ser beneficiados con la verdad, la justicia y la reparación. Esta Colombia invisible, ahí está, será la encargada de frenar la marcha atrás.



Ingrid viva. Guillermo muerto



“Ha de haber algo putrefacto en la médula misma de un sistema social que aumenta su opulencia sin reducir su miseria, y aumenta en crímenes aún más rápidamente que en números”. (Crimen y pauperismo, Karl Marx).

El pasado 22 de abril desaparecía en Bogotá (Colombia) después de dejar a su hija en la escuela, Guillermo Rivera. Guillermo era sindicalista y militante comunista. El 15 de julio se conoció la aparición en la ciudad de Ibagué del cuerpo sin vida de Guillermo. Las informaciones preliminares indican que el dirigente sindical fue asesinado y sepultado como no identificado el día 28 de abril, seis días después de su desaparición. Es un asesinato donde los indicios comprometen a efectivos de la Policía Nacional, como expresión de un nuevo acto de terrorismo de Estado.

Guillermo no va a recibir ninguna máxima condecoración, ni visitará ningún templo o reliquia religiosa, ni se abrazará a un militar acusado de vinculaciones con el paramilitarismo y crímenes de estado, ni agradecerá nada a un Presidente que es el narcotraficante número 82. Guillermo tampoco formaba parte de la oligarquía de su país. Guillermo Rivera formaba parte de ese rico, activo, plural y luchador movimiento sindical colombiano, que lleva cerca de 30 militantes asesinados y asesinadas en lo que va de año. En el mundo, 9 de cada 10 sindicalistas asesinados son colombianos. En Colombia existen más de 15.000 casos de desapariciones forzadas que son otra expresión del terrorismo de Estado y la guerra sucia contra el movimiento popular y la izquierda social y política. Han sido asesinadas más de 2.300 sindicalistas en los últimos 20 años y ya hay cuatro millones de desplazados.

La mayoría por no decir todos, los medios de comunicación en el Estado español, no han dedicado ni una décima parte de espacio y tiempo a estas noticias, en comparación al despliegue “informativo” de la propaganda uribista ante la ya “no rescatada” excandidata Ingrid Betancourt el pasado 2 de julio. Felicidades Ingrid Betancourt por estar viva y parece que con una salud mucho mejor que las informaciones aparecidas anteriormente en los mismos medios. Manipulaciones y mentiras sobre la “liberación” de la señora Betancourt van apareciendo continuamente, demostrando la calaña del gobierno colombiano en toda esta situación. Cuidado con los almirantes que dirigen el portaviones colombo-norteamericano con asesoramiento israelí y vinculaciones europeas muy importantes, que son el actual gobierno narcoparamilitar encabezado por Álvaro Uribe Vélez. Es el gobierno más militarista, criminal y peligroso de América en estos momentos y si hubiese un “eje del mal” formaría parte de su núcleo duro. Otras 14 personas corrieron la misma suerte que la nueva heroína, casualmente tres de ellos asesores militares de los EE.UU., que fueron hechos prisioneros por las FARC-EP. Pero estos “asesores” sólo han sido agasajados en su cuartel general, ya en casa. Parece que no se dedicaban a mejorar ni la educación, ni la sanidad públicas en Colombia. ¿Qué hacían en Colombia entonces?.

En Colombia la política de las multinacionales norteamericanas y europeas (principalmente españolas y francesas) están actuando de verdadero poder. Diseñan desde hace años en comandita con los gobiernos respectivos, planes económicos que están llevando al desplazamiento de cientos de miles de campesinos y sus familias, a su asesinato. Utilizando al paramilitarismo y el narcotráfico como verdaderos ejércitos de limpieza étnica ante las comunidades indígenas, afrocolombianas y campesinas que no se someten a sus planes de cultivos, no sólo de coca. En estos momentos el cultivo de Palma africana para la elaboración de agrocombustibles, lo de bio no vale ni para los yogures, es el exponente de la destrucción de cultivos propios y originarios del campesinado colombiano, llevando a verdaderas hambrunas y muerte a cientos de miles de personas.

Esa es gran parte de la clave del largo, por décadas de violencia, muerte y sufrimiento, mal llamado conflicto colombiano. La lucha de clases en estado puro. Oligarcas colombianos y capitalistas extranjeros tienen que tener a raya a la mayoría de un pueblo que le ha tocado sobrevivir y morir en un territorio geoestratégico, con riquezas ingentes que están en manos de unos pocos y que por la gracia divina del capital hay que mantener como “status quo”.