Montag, 7. April 2008

La pelea de Uribe con Hillary y Obama
Roberto Romero

Si pierde su aliado el candidato republicano MacCain, Uribe va a tener que recomponer sus relaciones con EE.UU. pues los nuevos vientos en Washington con Obama, incluso con la señora Clinton, marcarán un raro ambiente para doctrina de la oligarquía colombiana basada en el principio acuñado por el presidente Marco Fidel Suárez del réspice polum, mirar al norte y que ha seguido tan campante por siglos

Jamás a ningún mandatario colombiano se le podrá indilgar un record semejante en materia de relaciones internacionales: nadie como Uribe había cosechado tal aislamiento, en especial en América Latina.
La orgullosa “victoria” sobre la insurgencia tras el asalto al campamento de Raúl Reyes en Ecuador, se convirtió en la peor derrota diplomática de Colombia en toda su historia condenada por partida doble, en la Cumbre de Rio y la OEA.
Y para qué hablar del entorpecido proceso por la liberación de los rehenes de la guerrilla.
La propia presidenta de los argentinos, Cristina Fernández, hablando en Paris en la marcha primaveral del domingo 6 de abril por el acuerdo humanitario, seguramente en nombre de todos los pueblos y con destinatario único, le señaló que “quien más esfuerzo debe hacer para la liberación de estos obstáculos es precisamente quien tiene la responsabilidad de conducir las instituciones de la democracia y facilitar el canje humanitario".
Y como si faltara algo para despejar el camino hacia el abismo de la enemistad con todos, ahora caza una pelea de antemano pérdida: con las dos campañas demócratas de EE.UU.

Un costoso desayuno
El influyente “The Wall Street Journal”, vocero de los grandes negocios, revela que la acuciosa embajadora Carolina Barco, de doble nacionalidad ella, gringa y colombiana, mantuvo un desayuno de trabajo el 31 de marzo con la eminencia gris de todas las últimas campañas del partido demócrata, Marck Penn y actual jefe de la estrategia de Hillary Clinton a la presidencia.
Penn, como asesor de imagen, tiene a su haber el triunfo de las dos campañas de Bil Clinton a la presidencia y la de su mujer, Hillary, en el 2000 y 2004 para el senado, amén de otros resonantes éxitos en el mundo de la política que lo convirtieron en uno de los más influyentes hombres de Washington.
La firma para la que trabaja Penn, la Burson-Mastseller, maneja uno de los portafolios más grandes de consultorías con clientes como Sony, Billy Gates, Shell y el triste haber de prestarle colaboración a la UNITA, el ejército mercenario que desangró por años a Angola por orden de la CIA.
Pues esta compañía en marzo de 2007 firmó un contrato por 300.000 dólares con el gobierno de Uribe para que a través del “lobbysta” Marck Peen se moviera por los pasillos del Congreso norteamericano en la imposible misión de lavar el rostro de esa Colombia que no quiere ser vista como es en el mundo, con la crueldad impune del paramilitarismo, el asesinato de dirigentes obreros y los atropellos a la libertad sindical. Para sacar de fácil la aprobación pronta del TLC.
¿Podrían los sindicatos norteamericanos, agrupados en la poderosa AFL-CIO, que se oponen al TLC y que han dado muestras de solidaridad con el movimiento obrero colombiano ante los crímenes de Estado, perdonar la campaña de Hillary Clinton ante una evidente doble moral? ¿Cómo entender que alguien les sirva bien a dos señores?
El cazador de pleitos entra en escena
El escándalo no se hizo esperar y en un contundente mensaje el propio Penn tuvo que declarar que “fue un error de juicio” haberse reunido con la embajadora Barco y que “esto no volvería a ocurrir”. Pero ya el daño estaba hecho. Peen no tuvo otro feliz remedio que renunciar este domingo 6 de abril a seguir siendo el estratega de la Clinton.
El cazador de pleitos de la Casa de Nariño no podía quedarse tranquilo. En un arrebato de orgullo, en su consejo comunal del sábado 5 en Ciénaga, exigió "respeto y objetividad" a los candidatos a la presidencia de Estados Unidos al tiempo que ordenaba romper el contrato con la firma que le hacía “lobby” en EE.UU., no solo por el TLC sino por el Plan Colombia, cuyos gastos al saco sin fondo de la guerra contrainsurgente en Colombia le han costado 5.000 millones de dólares a los contribuyentes norteamericanos en los últimos ocho años.
Y repitió lo mismo que viene diciéndoles a los norteamericanos que desdicen por completo de sus palabras pues no corresponden a los hechos: "Aquí estamos haciendo un gran esfuerzo, un gran esfuerzo para superar esta violencia".
Ya se lo había recordado el influyente representante demócrata Jim Mc Govern en su última visita a Washington, en junio pasado, la onceava de su mandato: “Uribe está acostumbrado a volver, volver y volver, pero sin respuesta sobre lo que nos interesa, derechos humanos, derechos humanos”
Las declaraciones reiteran el disgusto que le produjo a Uribe la reciente oposición que hiciera el precandidato demócrata Barack Obama a la aprobación del TLC con Colombia. Frente a otro grupo del AFL-CIO, Obama el 2 de abril reiteró su desacuerdo con el tratado y se quejó de la "violencia contra los sindicatos en Colombia".
Uribe hablando de atropellos
Molesto, el presidente Álvaro Uribe le contestó: "Esto es un atropello" y le pidió a Obama que se informe mejor sobre el país. El senador, que ha anticipado que votará en contra del acuerdo, no se quedó callado. "Yo creo que el Presidente está completamente equivocado", advirtió el viernes 4 de abril. Y en alusión a los crímenes que sufren los líderes sindicales en Colombia, dijo algo más: "Esta no es la conducta que queremos recompensar".
Uribe no solo se metía con Hillary sino que la cargaba contra Obama, a quien si lo tuviera con un micrófono como cuando se enfrentó al aire con Darío Arismendi, de la poderosa cadena Caracol del grupo Prisa, seguramente le hubiera increpado lo mismo: “usted ya cazó un pleito conmigo y diga no más”.
Pero algo va de entablar una querella con un periodista colombiano, por más importante que sea, a meterse con quien se perfila como uno de los posibles ganadores de contienda presidencial norteamericana y quien el 15 de noviembre de 2007, con un numeroso grupo de senadores demócratas suscribió una carta a Uribe exigiéndole velar por el respeto de los derechos humanos. Si alguien, entonces, está en el lugar equivocado no es precisamente el señor Obama.
Pero volviendo al caso de la firma vendedora de quimeras políticas y su desalmado asesor Marck Penn, habría que recordarle a la campaña de Hillary que el contrato de asesoría con el gobierno colombiano se firmó en marzo de 2007, cuando ya la senadora tenía como su asesor de cabecera al mismo Penn. Es decir, si el Wall Street Journal no revela el desayuno en la embajada, todo hubiera continuado igual. Es imposible creer que la candidata no sabía de estos contratos y solo se vino a enterar tras las revelaciones de la prensa.
Y la nueva gerente de la ETB qué hacía allí
Llama la atención que la ex ministra de Comunicaciones de Uribe, Angela Montoya, gerente de la destemplada campaña progubernamental Colombia es pasión, con sede en Miami, y quien acaba de ser nombrada gerente de la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá por un alcalde elegido con los votos de la oposición, organizara un evento de gratificación a los Clinton en Nueva York en mayo pasado, con el beneplácito del señor Penn y a sabiendas que Hillary se oponía a la firma del TLC con Colombia.
Montoya indicó a “The Miami Herald” en mayo pasado que la idea de homenajear a Bill Clinton (el verdadero jefe de campaña de Hillary), surgió en 2006, “antes de que el presidente Uribe fuera reelecto y toda Colombia pensó que la firma del TLC ya sería un hecho y no solo una posibilidad”.
Por eso no le falta razón a la revista Semana en su análisis del 6 de abril cuando señala que con la contratación de la empresa de Penn -muy próxima a los Clinton-, Uribe buscó un atajo al corazón de ese partido. Ahora, un año después, no sólo le ha salido el tiro por la culata, sino que ha puesto a Colombia en una situación riesgosa en la que puede quedarse sin el pan y sin el queso.
Y como con los enfermos contagiosos, ahora ningún político demócrata quiere aparecer junto a Uribe o alguno de sus funcionarios. No solamente lo acaba de indicar Hillary desautorizando cualquier contacto de sus asesores con la embajada colombiana en Washington sino que los representantes de Obama manifiestan que jamás han deseado ese tipo de encuentros.
¿Cómo seguir mirando al norte?
Los esposos Clinton, tan “amigos” de Uribe como éste lo proclama, según el Washington Post del 6 de abril, “estaban furiosos” por la visita de su asesor de siempre, Marck Penn, a la embajada de Colombia. Con esos amigos…
Ya hace casi un año, el 21 de abril, otro de los más destacados jefes del partido demócrata, el ex vicepresidente de Clinton, Al Gore, en lo que llamó la prensa norteamericana un monumental desprecio a Uribe por sus vínculos con el paramilitarismo, declinó asistir a un evento sobre el medio ambiente en Miami si asistía el mandatario colombiano.
En esa ocasión Uribe tuvo que contentarse con la presencia de la personalidad más destacada de la sesión inaugural del evento tras el retiro de los demócratas, una actriz colombiana de tercera, famosa por su calendarios semidesnudos, Sofia Vergara, que hacía las veces de maestra de ceremonias.
“Deploro la no presencia del ex vicepresidente Gore”, afirmó Uribe en una conferencia de prensa en el Ritz Hotel de Coconut Grove. Espero que examine bien el caso colombiano. Aspiro a una mirada más detallada del señor ex vicepresidente que le puede producir buenas reflexiones”, agregó.
Las reflexiones vinieron por otro lado. Porque lo cierto es que los demócratas vienen examinando con todo cuidado la situación de nuestro país sin que lo pida Uribe. Al punto que se alejan cada vez más de alguien quien se proclama como el más importante aliado de Bush en la región y a quien precisamente aspiran a desalojar de la Casa Blanca.
Y es que si pierde su aliado natural, el candidato republicano MacCain, un halcón de la estirpe de Bush, Uribe de verdad va a tener que recomponer sus relaciones con EE.UU. O mejor dicho, los nuevos vientos en Washington con Obama, incluso con la señora Clinton, marcarán un raro ambiente para doctrina de la oligarquía colombiana signada por el principio acuñado en el siglo XIX por el presidente Marco Fidel Suárez del réspice polum, mirar al norte y que ha seguido tan campante por siglos.
¿Mirar al norte cuando la cosecha de hostilidades allí se ha acrecentado?, reclamará no sin razón la burguesía colombiana, que por algunos portazos ha llegado incluso a hablar de “ponerse duros” con Washington, como lo recordó el propio Vicepresidente Santos a raíz del congelamiento de ciertas sumas para los gastos de guerra que tomó el Congreso norteamericano ante las reiteradas violaciones de los derechos humanos.
Pero como los gobiernos no tienen amigos sino intereses y en las relaciones bilaterales USA – Colombia siempre han primado las de la metrópoli, no sería ninguna sorpresa que los nuevos gobernantes demócratas, ya afincados en la Casa Blanca, recompongan el cuadro con su viejo socio para que éste pueda continuar mirando al norte sin tanta angustia. A cambio, eso sí, de algunos pases de maquillaje interno como inocuas medidas en materia de libertad sindical para contentar a ciertas tribunas como las de la AFL-CIO que contribuyeron con la victoria demócrata. Es claro que Uribe no va a modificar a fondo un centímetro el tapiz de su política de seguridad democrática y de ofensiva permanente contra el movimiento popular.
A la vieja usanza del gatopardismo, cambiará algo para que todo siga igual.